Un montón

Cuando empecé a amigarme con la idea de la maternidad, de que iba a tener toda una persona a cargo a quien cuidar y criar, me imaginaba paseando de acá para allá con un bebé a upa, dando la teta y cantando canciones para dormir. Lo que me costaba era imaginarme como una señora más grande, habitando el lugar de mamá que yo recuerdo que ocupaba la mía cuando yo era chica y dependía en gran medida de ella. Supongo que a los primerizos nos cuesta vislumbrar la crianza como un todo que se acerca a toda carrera como una tarea sin fin y para la cual estamos poco equipados. Una de las primeras cosas que aprendí sobre la crianza y sobre ser mamá es que encaja muy bien con la frase que popularizara Mario Benedetti acerca de cómo cuando creemos que tenemos todas las respuestas nos cambian las preguntas.

Como padres y madres responsables, nuestro mayor objetivo es poder criar personas maduras e independientes que puedan hacerle frente al mundo, y es algo que idealizamos mucho cuando nos imaginamos al frente de la crianza de otras mini personas.
La contraparte de esa idealización es que el día a día de criar personas maduras e independientes que puedan hacerle frente al mundo tiene mucho de lidiar con una cosa tras otra, o miles al mismo tiempo y que a veces se siente como tratar de jugar al jenga con una decena de cachorritos en el medio. Es decir, muchas veces, ser padres se trata más de intentar que no se derrumbe ninguna responsabilidad u otros aspectos de la vida adulta mientras hay un montón de perritos lindos y tiernos que van a tirarnos la torre de bloques sin querer un montón de veces. Esto no me lo anticipó nadie cuando estaba embarazada o cuando empecé a hablar de mi deseo de ser mamá, pero resulta que para criar a otros lo que más hay que tener es mucha pero MUCHA paciencia. Cuesta un montón, nuestros hijos e hijas finalmente terminan convirtiéndose en mini versiones de nosotros y eso no siempre refleja nuestras mejores cualidades. Para mí muchas veces es muy desafiante criar a un mini-yo y convivir con él.

Lo que destaca a las nuevas generaciones de madres y padres es que son de las primeras en empezar a correrse del adultocentrismo para darle lugar a los chicos y chicas como sujetos de derecho que son tan parte de la sociedad y de la familia como cualquier otra persona de cualquier edad, con mentes y deseos propios. La crianza de antes, de nuestros padres y abuelos, se apoyaba mucho en la dinámica natural de subordinación a los adultos: «las cosas se hacen como yo digo, cuando yo lo digo, porque yo lo digo y punto», demandando respeto y obediencia, muchas veces sin tener en cuenta los tiempos o preguntas o incluso las voces de las personitas del otro lado. Pero si yo, padre o madre, quiero criar personas responsables que se hagan cargo de sus errores y no terminen siendo adultos pasivos-agresivos que no sepan manejar su falta de paciencia, voy a tener que predicar con el ejemplo. Eso muchas veces, al menos para mí, significa tener que mostrarme vulnerable y saber hacerme cargo cuando a veces la situación me gana y saca lo peor de mí: porque se hace tarde, porque estoy cansada y me despertaron cinco veces durante la noche, porque es el vigésimo quinto berrinche de la semana y necesito vacaciones sola para mí sin que nadie me hable por al menos veinte minutos.

Con frecuencia me sorprendo fantaseando con tener superpoderes para ser una buena mamá y hacer las cosas bien, y creo que lo que más quisiera es tener mucha más paciencia y energía. Ser una buena madre o un buen padre es extenuante porque demanda de muchísimo esfuerzo mental y emocional y límites saludables que no necesariamente sabemos establecer o enseñar. Estar presentes todo el tiempo no es algo que nos sale naturalmente, ni algo que nos imponen las hormonas o el instinto. Por cierto, «el instinto materno» en las humanas es un invento, y uno muy dañino, o pregúntenle cómo se siente a cualquier mamá primeriza que conoce a su hijo hace siete días y que no entiende por qué llora desconsolado hace 45 minutos sin que nada lo calme.

Se suele hablar de los sacrificios que hacen los padres y las madres, y especialmente esta últimas, porque la expectativa es que pongan sus deseos y necesidades en segundo plano, detrás de sus hijos. Pero incluso una virtud puede volverse un vicio, porque si una queda relegada como personaje secundario de su propio día a día, es muy difícil que te quede un resto para estar presentes para otros, sobre todo para otros que demandan, mejor dicho, que necesitan tanto de nosotras.

Esta fantasía de tener lo necesario para criar a mi hijo siempre me hace reflexionar acerca de la poca pelota que le damos como sociedad moderna a la crianza de los futuros adultos, pero también me hace pensar que esta ¿presión? que existe para ser buenos padres (y sobre todo buenas madres) es algo que a la larga nos termina perjudicando. Todos los padres y madres quieren hijos felices, que se sientan seguros, amados y respetados. Sin embargo, la crianza perfecta no existe, nos vamos a equivocar infinidad de veces, vamos a perder la paciencia, nos vamos a sentir derrotados y agotados, vamos a querer arreglar algo para terminar empeorándolo, vamos a querer acercarnos a nuestros hijos y a veces ellos van a ser quienes pierdan la paciencia con nosotros. Creo a lo que realmente hay que apuntar es que al fin de cuentas nuestros hijos sientan que las cosas que hicimos bien sean muchas más, y más importantes, que las que hicimos mal.

No es ninguna ciencia que criar futuros adultos es miles de veces menos complicado cuando traerlos al mundo es una decisión consciente, deseada y pensada y sobre todo cuando se hace de a dos, o de a tres o de a ocho. En inglés hay un proverbio que dice «It takes a village to raise a child», y en resumen, quiere decir es que se necesita de toda una comunidad de personas que interactúen de manera positiva con los niños y niñas, para que puedan crecer y prosperar en un entorno seguro y saludable. Y todo esto es válido para una diversidad enorme de infancias, porque para sorpresa de nadie, los chicos y chicas no son todos iguales.

Sinceramente toma tiempo, dedicación y mucha energía hacerse estas preguntas, reconocer errores y tratar de incorporar nuevas formas de ser mejor ejemplo, apoyo y refugio para nuestros hijos. Yo sé que no hay una única buena manera de criar personitas o recetas mágicas, pero puedo reconocer miles de formas espantosas y negligentes de hacerlo y las consecuencias que una crianza plagada de carencias, de faltas de amor sano, de contención, de límites saludables y sobre todo de respeto significan. Si pienso un poco más en la varita mágica que me gustaría tener, además de pedir más paciencia para mí, quisiera también que los adultos a cargo de otras infancias puedan también tener a su alcance las herramientas y el andamiaje necesario para criar de la mejor manera posible a los futuros adultos del mundo.

Otro día, en otro post y con un poco más de energía escritora (maybe next year), puedo aclarar que una buena crianza no tiene como fin nenes calladitos y quietitos, nenas obedientes y tranquilas o criaturas que “saben comportarse en público”, whatever that means para los mismos que creen que está bien escuchar música sin auriculares en el transporte público, romper el McDonald’s del obelisco cuando algo no les gusta o algo les gusta mucho, hablar en el cine, tirar las colillas de cigarrillo en el piso, o adelantarse por la banquina en Panamericana un domingo a las siete de la tarde.

Not a Houseplant

Grow de Jennifer Hom

Tengo muy latente el recuerdo de una escena de la primera película de Sex & The City en la que Carrie Bradshaw se mete en la cama con Big con el libro «Love Letters From Great Men, Vol. I». Carrie le cuenta a Big que está investigando para escribir su nuevo libro, porque antes escribía acerca de la búsqueda del amor y ahora quería escribir acerca de qué pasa cuando finalmente el amor llega. La escena es ridícula, como toda la franquicia, sobre todo la parte en la que aparentemente esta señora duerme con un collar de perlas y se casa con un perverso narcisista como Big. Sin embargo esa distinción en el enfoque acerca del amor siempre me hizo eco, al igual que el hecho de que Carrie está convencida de haber encontrado «el amor» con el ególatra manipulador con el que está obsesionada.

Este blog también nació en plena búsqueda del amor, y creo que en menor o mayor medida, contribuyó bastante a que me lo chocara de frente. Es extraño volver sobre mis ideas del amor de hace casi 12 años, expresadas en excrutiating detail en este mismo espacio y descubrir que esas ideas o conceptos cambiaron bastante. Alguna vez dije, o me olvidé de decir, que era de las que creían fervientemente que a las relaciones había que «regarlas» todos días como una plantita, para que sobrevivan y crezcan. Para sorpresa de nadie, los conocimientos de jardinería resultaron ser insuficientes a la hora de aplicarlos para sostener una relación adulta y saludable. En primer lugar, porque el objetivo de una relación no puede ser básicamente no morirse, y sobre todo porque valoro mucho más la calidad que la cantidad, en casi todos los aspectos en los que esa frase es válida. Supongo que por eso nunca festejé los aniversarios hasta ahora que estoy casada, porque la cantidad de meses o años juntos no reflejan necesariamente el éxito de una relación, y por otro lado, pasar mucho tiempo junto a la misma persona no es mérito si esa relación está basada en la dependencia y si no la disfrutan ambas partes.

Esta reflexión me hizo pensar acerca de porqué las personas forman relaciones románticas, y sobre las expectativas que aprendemos desde chiquitos que entorpecen mucho esta búsqueda, muy desde el comienzo, con ideas de almas gemelas, de otros que nos completen, de mantener estructuras sociales vigentes (casarse, tener hijos, una mesa de domingo al mediodía llena de nietos), de no estar solos y hasta de encontrar «la felicidad». Hoy ninguna de esas razones me parece lo suficientemente sensata para comenzar, sostener o estirar una relación con nadie, porque pone el 100 % de nuestro bienestar y satisfacción en otra persona, con sus propios deseos e ideas.

Estos modelos de relaciones dan lugar a la dependencia donde necesitamos de la otra persona para estar bien y sentirnos bien con nosotros mismos y la dependencia no es amor. Poner todas nuestras necesidades o felicidad como responsabilidad de otro es una de las cosas más insensatas e irresponsables que podemos hacer, porque tenemos absolutamente cero control sobre los demás. No quiero decir que uno tiene que ser egoísta y mandarse a mudar cuando la persona con la que estamos no se acerca a nuestra idea de pareja feliz, porque en muchas ocasiones esas falencias tienen todo que ver con nuestras expectativas y la forma en la que expresamos esas expectativas o deseos. Lo que creo que estoy tratando de decir es que si para tener una relación feliz necesitamos tener el control sobre otros, cualquier intento para ejercer ese control contamina la relación: sean celos, manipulación, dependencia, soportar o imponer situaciones enfermizas, y hasta acumular rencor.

Ahora, ¿de grande?, me sorprende mucho la falta de educación emocional con la que transitamos en el mundo, y de cómo muchas de las cosas que aprendemos a desear e idealizar tienen poco que ver con entablar y sostener relaciones saludables con otros. Creo que esto no es únicamente válido para las relaciones románticas, también sucede en otros ámbitos afectivos. Creamos una expectativa que el otro debe cumplir para «darle» nuestro amor (o amistad) y nuestro tiempo, cuando en realidad no es trabajo ni obligación de nadie hacernos felices.

Es muy difícil cambiar el paradigma , o cambiar la forma en la que vemos y nos percibimos en una relación. Porque del mismo modo, tampoco está bien contorsionarnos y permanecer en una situación que nos hace infeliz para no decepcionar a otro, y ni hablar si eso pone en riesgo nuestra integridad física y nuestra salud mental.

No tengo una receta o instrucciones sobre cómo funcionan las relaciones sanas, hay otra gente mucho más idónea y definitivamente más capacitada que yo para dar ese tipo de consejos. Puedo distinguir bien de qué situaciones hay que huir despavoridos y sé lo que funciona para mí y para #capitánconsiderado, habiendo recorrido cierto camino para llegar a esta relación que esperamos poder disfrutar durante mucho tiempo. Así que no sé si lo mismo que hasta ahora funciona entre nosotros, funcionaría para otros, o si esto mismo que hacemos, funcionaría si estuviésemos con otras personas. Las relaciones sanas no suceden solas, no se trata de estar con la persona correcta y nada más, se trata bastante más de trabajar de a dos para sumar a la vida del otro.

Que no sea trabajo nuestro o trabajo de otro hacernos feliz, no significa que sumar a la felicidad de la persona a la que amamos no sea fundamental para disfrutar de una relación. El amor es tanto intención como acción, y la complicidad y la confianza son la base de cualquier relación gratificante, pero también es esencial que esa felicidad sume a una felicidad producto del amor propio de cada uno, y no que llene el vacío de algo que falta.

Papá Noel no viene a casa

Ilustración de Verónica Grech

Cada vez que me preguntan qué le pidió Mordelón a Papá Noel y cuento que con Capitán Considerado decidimos no instalar ese mito y/o hacer la pantomima del terrorismo de la felicidad, después de saltarme a la yugular, lo primero que me dicen es «pero por qué le vas a quitar la ilusión, el entusiasmo y la fantasía». Inmediatamente trato de hacer que recuerden cómo se sintieron cuando supieron que efectivamente todo era una mentira perpetrada por nuestros padres, siguiendo una tradición. La verdad es que no quisiera que mi hijo tenga que pasar por la desilusión de una mentira que fabriqué yo, a propósito, porque me da satisfacción verlo «creer». La fantasía, el entusiasmo y la ilusión se la podemos dar con otras cosas más concretas, sin necesidad de mentirle (y estoy hablando de libros, por supuesto). Además, la fantasía y la imaginación funcionan porque nosotros elegimos creer en algo que sabemos que no es verdad. En lugar de estimular la imaginación, el mito de Papá Noel solo fomenta el consumo de las ideas de otros.

Más allá del dilema ético de que conceptualmente mentir está mal, mentirles a los chicos en una etapa cognitiva tan sensible en la que están aprendiendo a distinguir el mundo en el que viven, y lo real de lo ficticio, es bastante contraproducente. Como papá y mamá, nuestra premisa es que Mordelón pueda crecer con todas las herramientas necesarias para navegar el mundo, disfrutando tanto como pueda de las cosas buenas y sufriendo y haciendo sufrir lo menos posible. Esto incluye no fomentar el pensamiento mágico que después lo lleve a generar (o creer) opiniones o ideas carentes de fundamentación empírica robusta, como que la tierra es plana, que las vacunas no funcionan o que mercurio retrógrado es el culpable de que las cosas no le salgan como él quiera.

En otro post escribí muy brevemente acerca de lo turbio y manipulador que me parecía toda la mitología alrededor del personaje. En las películas, dibujos animados y cuentos, a Santa Claus lo pintan como el viejito bonachón que regala juguetes a todos los niños del mundo con la condición de que sean «buenos», y por buenos los adultos quieren decir obedientes de las reglas y costumbres que ellos mismos disponen. Es bastante perjudicial esto de relegar nuestra autoridad como padres y madres para usar a Papá Noel de policía omnipresente con el objeto de que nuestros hijos simplemente nos obedezcan. Si tenemos que recurrir a mentiras elaboradas para que hagan cosas que consideramos que deben hacer por su propio bien, quizás deberíamos replantearnos el método. Ojo, a veces les mentimos, u omitimos / estiramos la verdad un poquito. Lo hacemos cuando quizás la realidad es demasiado compleja, como cuando se muere una mascota, o cuando necesito que se tome el ibuprofeno y le digo que es un juguito de superpoderes que le va a dar mucha fuerza desde adentro para ganarle a los bichitos de la fiebre. Nada de esto es remotamente parecido a hacer de cuenta que hablo por teléfono con un señor que no existe para decirle que Mordelón se está portando mal, porque quiero que pare con un berrinche. Es una herramienta extorsiva que se me va a terminar ni bien Mordelón aprenda a usar Google. También es faltarle un poquito el respeto porque en mi posición de autoridad él no hace más que creer en lo que yo le diga, y abusar de esto, porque es más fácil que poner límites reales, es manipularlo y eso no solo está mal y es cruel, sino que también se aprende.

Por otro lado, consideren la premisa del mito de Papá Noel: si solo los niños y niñas que se portan bien reciben regalos, ¿qué dice eso de las familias más humildes que muchas veces no pueden regalarles a sus hijos lo que piden, o que directamente no pueden comprar regalos? ¿Qué valores enseña este relato, más allá de la obediencia?, y, ¿cómo impacta esto en la autoestima de los chicos? Quienes insisten en seguir adelante con el mito de Papá Noel son definitivamente libres de hacerlo, pero deben saber que cualquier aspecto positivo que pueda llegar a tener esta tradición para los chicos se desvanece ni bien dejan de creer, y algunos de ellos terminan sosteniendo la mentira (haciendo de cuenta que todavía creen) para no desilusionar a los padres.

Compartir tradiciones está bien, crear recuerdos gratos enraizados en el amor y esta sensación tan linda de hacer regalos también está muy bien. Los rituales brindan una oportunidad de crear una sensación de pertenencia que ayuda a construir las redes de apoyo emocional y social para que no tengamos que sentirnos solos, pero no es necesario fundamentarlos en algo que a la larga no se sostiene más allá de los 6 años.
A Mordelón le contamos quién fue Papá Noel (o Santa, como él insiste en llamarlo), le contamos que Navidad es el día del año en que festejamos con nuestras familias y amigos que nos queremos mucho y por eso nos hacemos regalos y comemos cosas ricas. Es un ritual que vamos a poder seguir sosteniendo siempre y que él va a disfrutar tanto o más que si el monopatín que tanto quiere se lo doy yo con un abrazo, o se lo dejo debajo del arbolito mientras está distraído.

Por último:

*El festejo de Navidad en casa se hace igual, con cosas ricas, arbolito, regalos y abrazos a las 00hs, Reformulamos la tradición a nuestro antojo para usarlo de excusa para comer cosas ricas, hacernos regalos y abrazarnos mucho.

*Una de las cosas que primero me preocupó de adoptar esta postura fue que Mordelón fuera quien desenmascarara a los papás de sus amigos y compañeros (de hecho fue una de las cosas que planteamos el en jardín). Por suerte hasta ahora eso no ha sido un problema. We’ll cross that bridge when we get there, pero no es nuestra intención hacerlo partícipe de la conspiración.

*Todo lo anterior también es válido para Los Reyes Magos y el Ratón Pérez.

*Originalmente esto iba a ser un post en Facebook pero después me acordé que yo escribía acá.

Mono no aware

«Mono no aware» es el concepto japonés de admiración y nostalgia por lo efímero. El ejemplo más práctico es la apreciación del florecimiento de los cerezos. La flor del cerezo es bella pero trágicamente muy efímera. Esa brevedad es justamente lo que conmueve. Se admiran con sensibilidad, pero también con cierta melancolía.

Hace como 18 meses que vengo escribiendo y borrando este post. No porque no me convenza el resultado final (nunca me convence), sino porque no estaba segura de lo que quería decir.
Escribir acá me recuerda, salvando las distancias abismales, a los conejitos que vomitaba el protagonista de Carta a una señorita en París de Cortázar. Son ideas que me hacen cosquillas en el cerebro, que normalmente me toman por sorpresa, y que la única forma de extraerlas es escribiendo. Empiezan chiquitas e inofensivas, pero terminan creciendo y la forma final me termina disgustando. Lo difícil es que no siempre sé de antemano qué quiero decir o a dónde intento llegar con mi divague hasta que termino de escribir. Claro que después de 18 meses (y más también) perdí el hábito y esto me está costando mucho más que hace nueve años.

Estoy pasando por la que creo que es mi primera crisis existencial propiamente dicha, y no sé si de esto se sale. Es como cuando somos chicos y aprendemos una verdad que cambia todo, como que Papá Noel no existe; de eso no se vuelve. Intenté de nuevo con terapia para tratar de elaborar esta crisis un poco mejor y convivir un poco menos angustiada, pero todavía no progresé mucho.

Desde que soy mamá siento que me abrieron una puertita en el cerebro y en el corazón que dejó entrar un montón de incertidumbres y angustias que felizmente ignoraba acerca de mi propia existencia pero que se hicieron muy evidentes cuando tuve que detenerme a contemplar y criar a otra persona. Es muy extraño, o al menos muy extraño para mí, cómo toda la felicidad junta que nació con él también trajo de la mano toda esta melancolía y nostalgia constante, sobre todo en los momentos felices que afortunadamente son muchos. Es como si estuviese mirándome a mí misma desde el futuro, añorando el momento que estoy viviendo en el presente, con muchísima nostalgia de saber que ya se termina y no voy a volver a pasar por acá. Mi teoría es que todo esto es producto del vértigo que me da el «crecen muy rápido», porque en realidad no crecen rápido, solo no se puede rebobinar y volver a vivir y disfrutar todo de nuevo. Crecen una única vez y nuestro tiempo con ellos, o nuestro tiempo en general, es limitado .The days are REALLY long, but the years are short.

Creo que hay que prestarle atención a esta sensación de nostalgia anticipada, porque me ayuda a darme cuenta que gran parte del tiempo que pierdo con preocupaciones cotidianas, son cosas que a futuro me van a pesar. Yo sé que, por ejemplo, en 25 años cuando Mordelón esté teniendo aventuras lejos mío posiblemente en el espacio exterior, voy a sentir mucha nostalgia por los momentos en los que no me pude sentar a jugar en el suelo con él a armar trenes porque tenía que hacer trámites en AFIP. A veces me pregunto, con mucha culpa, si sabiendo lo que sé ahora, o si con todas estas preguntas, mi decisión de traer al mundo a una persona hubiese sido la misma, o si cambiaría algo.

Mi conclusión es que teniendo presente que una buena vida no es inmune a la tristeza y a las pérdidas, y sabiendo más o menos de qué se trata este viaje, y cuál es el final de esta historia, todos los momentos son bienvenidos. Quizás, y esto no es información nueva para la humanidad, esta conciencia constante sobre la transitoriedad de las cosas y la melancolía que evoca esta angustia, sean el precio o el impulsor de todos los momentos que nos traen felicidad, nos llenan el corazón y lo que nos permite apreciar su singularidad y belleza.

Some additional fleeting thougts:
– AFIP nos roba mucho tiempo (sí, entre otras cosas), pero también es cierto que si no hiciera trámites en AFIP o no cumpliera con el resto de mis responsabilidades de adulta tampoco podría criar o cuidar de nadie. Igualmente tengo la convicción férrea de que muchas de estas responsabilidades y reglas del mundo adulto las inventó gente que no tenía muy en claro que un día nos morimos y no podemos malgastar cuatro horas esperando para que nos den un papelito con un sello que hay que renovar cada 12 meses para que me saquen plata que conseguí teniendo que sacrificar horas al lado de mi familia. Pero esto es un tema para otro post.

– Capitán Considerado y yo decidimos que no vamos a criar a Mordelón con el mito de Papá Noel, sencillamente porque nos parece innecesario (e irrespetuoso) mentirle para nuestra satisfacción o para cumplir con una tradición. Creo que nos podemos hacer regalos y celebrar que nos queremos sin mentiras de por medio, por más blancas que sean. A los adultos nos puede parecer una pavada, pero para una cabecita de cuatro años, que todavía está tratando de entender de qué se trata el mundo es un mal trago. Qué se yo, es ahorrarles al menos una decepción.

– Esta sensación de nostalgia anticipada no solo la siento con la maternidad, sino que empecé a verla en todas partes: en las comidas familiares, en los abrazos de Capitán Considerado, en cafés y charlas compartidas con amigos y en todos los momentos a los que quisiera poder volver.

– Parte de esta crisis existencial también se la debo a este libro que terminé de David Benatar y sus ideas.

Verde

Estoy casada con mi persona favorita en el mundo, tenemos un marcianito loco con el que completamos una familia preciosa pero los dos sabemos que no queremos traer más gente al mundo.
A este marcianito loco no lo engendramos a conciencia pero sí sabíamos que queríamos ser padres juntos. Como soy una fanática de poder decidir cosas por mí misma, como cuándo gestar y cuándo no, tomaba pastillas anticonceptivas desde los 17 años. Y sí, me cuidaba con preservativos cuando la persona con la que estaba no era mi pareja estable, porque tuve la suerte de recibir educación sexual de calidad y de que en mi casa la salud reproductiva fuese algo de lo que podía conversar sin censura, miedos o reproches.

Tomando pastillas (de los métodos anticonceptivos más eficaces) y cuidándome, con toda la dedicación y puntualidad posible en la vida real, quedé embarazada igual. Porque, según me explicó mi obstetra la pastilla es eficaz en un 99% si sos un reloj suizo, pero en términos prácticos, es del 91%  porque los ciclos hormonales y la eficacia de este método se ven afectados por miles de factores, como las interacciones medicamentosas (antibióticos, por ejemplo), malestares gastrointestinales (vómitos / diarrea) y hasta algunos alimentos (como la soja, y productos lácteos)  que también pueden entorpecer el efecto de la pastilla anticonceptiva.
El caso es que aun tomándola cuando la app del celu me lo recordaba todos los días a las 21:30, quedé embarazada igual. Contra mis planes  y contra todo lo que activamente soportaba (léase, efectos secundarios / adversos / advertencias) para poder tener un cachito de control sobre mi útero que ya de por sí está mal diseñado y controla demasiados aspectos de mi vida desde que empecé a menstruar.

Yo tuve muchísima suerte, porque si bien no fue a conciencia, el anticonceptivo falló en el momento en el que pude decidir que sí quería llevar ese embarazo a término, que sí quería ser mamá, y que sí tenía las condiciones para traer una persona nueva con una oportunidad real de que se lo criara con amor y respeto desde el momento en el que naciera, con todas las herramientas que tuviera a mi alcance. Tuve mucha suerte porque en ese momento inesperado tenía a Capitán Considerado de mi lado, que estuvo muy a la altura de la situación y hoy es el mejor papá que Mordelón podría tener. También tuve mucha suerte porque tenía obra social y contaba con acceso a un equipo médico de alto riesgo que me iba a ayudar a transitar todos los obstáculos de mi historia clínica para sobrevivir y sobrellevar el embarazo y el parto.

Pero otras no tienen tanta suerte, otras no tuvieron educación sexual de calidad, otras no tuvieron oportunidad de decidir si usar o no un preservativo (porque para los que no sabían, el forro convencional que tanto le gritan a las mujeres usen, va en el pene). Otras simplemente no quieren ser madres y llevar adelante un embarazo y traer más gente al  mundo. Otras preferirían esperar y  todo eso debería ser razón suficiente para tener herramientas para decidir.

Vivo en pánico constante de quedar embarazada y hago todo lo que está a mi alcance para que eso no pase, porque hoy no quiero llevar adelante otro embarazo, otra lactancia, otro puerperio, otra persona. El problema es que mis herramientas se terminan donde fracasa la industria farmacéutica, y sobre todo, donde fracasa la obligación del estado de formular políticas de salud reproductivas justas y pragmáticas. La ley dice que a menos que yo no haya dado mi consentimiento para el coito o mi vida corra peligro, interrumpir la formación de un embrión en mi útero es un delito. Como si mi consentimiento y mi salud fueran propiedades mágicas que le dan o no entidad de persona a un embrión para calificar la interrupción de delito. Como si fuese una obligación moral llevar un embarazo a término porque me gusta coger sin fines reproductivos. Como si traer gente nueva al mundo fuera la pelusa del durazno, y que es una pelusa que nos tenemos que bancar solo nosotras, quienes tenemos óvulos para fecundar y úteros para gestar. Porque la que le pone el cuerpo al embarazo, el parto y la rave descontrolada de hormonas que es el pueperio es la mujer. Como si la ley, también considerara la pérdida de un embarazo como el fallecimiento de una persona. Como si a las parejas que firman un consentimiento de cese de criopreservación de embriones en un tratamiento de fertilización asistida los procesaran y llamaran a la policía por «asesinos».

Hace semanas que no paro de pensar en esto. No dejo de pensar en las cientos de miles de mujeres que, a diferencia mía, estuvieron y están entre el cuchillo y la pared, acorraladas, viendo como sus vidas dan un vuelco repentino, irreversible y descontrolado. No paro de pensar en el ruido que me hace que la responsabilidad del control de la natalidad sea mayormente nuestra, porque «si no querías quedar embarazada, hubieras cerrado las piernas», porque para muchos ser mujer y tener sexo es mandato ser madre. Y si esta vez el método anticonceptivo te falló, si la educación te falló, si la legislación te falló, si el sistema de salud pública te falló: te tenés que joder por puta, porque coger por placer y no estar dispuesta a gestar (porque te falló  el forro, la pastilla, el DIU o el método que usaste), es ser una descocada irresponsable de porquería.

Ni toda la evidencia científica, ni las fuentes confiables y adecuadas de información empírica logran superar la disonancia cognitiva necesaria para abordar este tema de la forma en la que se supone que nuestros legisladores deben legislar: sin caer en falacias lógicas que apelan a lo emocional y a la falta de información por sobre lo fáctico, que los llevan a no poder diferenciar a las mujeres que se mueren en la clandestinidad por no tener siquiera una alternativa, porque el sistema que tenemos no es ideal o justo ni por asomo.

enri
#quesealey #prochoice

Leap «Off» Faith

De todos los aspectos inesperados de ser padres, una de las cosas que más me sorprendió, o que más nos entusiasma a Capitán Considerado y a mí, es la de tratar de explicarle a esta personita que hicimos, en qué consiste el mundo. Para mí es la mejor parte del viaje, comparable a explicarle a un extraterrestre en qué consiste la vida en la tierra. Nos obliga a replantearnos muchas cosas que hacemos o creemos sin razonar y a verlas desde los ojos de alguien para quien todo es nuevo y hay millones de cosas por descubrir.

El Capitán y yo estamos siempre en la misma página con esto de la crianza, con algunas diferencias en el cómo, pero siempre de acuerdo en el qué. Una de esas cuestiones es criar a Mordelón fuera de los dogmas tradicionales, entre ellos la religión. El mundo y el universo en el que vivimos no pueden experimentarse ni escudriñarse bajo una sola postura o creencia. Si fuera así, no seríamos todos tan diferentes y definitivamente sería aburridísimo.

Reflexionando acerca de esta esta idea, concluimos que si bien no vamos a inculcarle una religión, sí vamos a tener la responsabilidad de enseñarle que las personas tienen distintos sistemas de creencias, y que no todos tienen la tolerancia necesaria para aceptarlo o entenderlo del mismo modo. Incluso, a lo largo de nuestra historia, tener ideas contrarias o transgresoras a ciertas doctrinas nos han llevado a librar guerras y matarnos unos a otros (aún en pleno siglo XXI). La conclusión que este análisis me deja es que tener otras ideas en disonancia con las creencias de los demás (que por definición son presunciones no comprobables) es estar «en contra».  Es curioso, uno es libre de creer en lo que quiera, pero para muchos eso significa estar convencidos de tener la verdad absoluta sobre todo lo demás, sin dudar ni por un instante, que quizás todos estamos equivocados. Algunos hasta son capaces de llevar esto a extremos y recurrir a la violencia o a la estupidez para probar que son fieles a sus convicciones o a su fe. La fidelidad o devoción no son atributos positivos en sí mismos y están siempre atados a otros aspectos modificadores. Uno puede estar muy convencido de algo, lo que no quita que esté equivocado. Ese autoritarismo y arbitrariedad, son de los obstáculos más importantes que debemos superar como humanidad, y seguir criando a las futuras generaciones con estas ideas anticuadas, no nos va a ayudar.

termodinámica
Jovencito, en esta casa obedecemos las leyes de la termodinámica.

Cuando contamos que Mordelón no está bautizado o que en casa no hacemos toda la pantomima de los personajes benévolos que dejan regalos a escondidas, nos preguntan:  «¿no le vas a enseñar valores y a ser buena persona? Le estás quitando valores, ilusiones lindas y magia».  En mi experiencia, los libros sobre los cuales se rigen las principales religiones del mundo, son solo edictos milenarios tergiversados, plagados de contradicciones y utilizados mayormente como armas para mantener a las masas a raya, aniquilarnos entre nosotros y perpetuar la ignorancia y la obediencia. Sobre todo porque en el momento en el que fueron escritos y re-escritos, existían pocas herramientas educativas. No niego que no haya enseñanzas o moralejas valiosas en, por ejemplo, la biblia, pero también las hay en el Quijote de Cervantes y es una obra completamente ficticia (y mucho mejor escrita). There is power in words, pero la moral, la empatía, la generosidad, la tolerancia, la solidaridad y la gratitud no son consecuencias exclusivas de la religión. También se puede llegar a los mismos resultados a través de una crianza respetuosa de la diversidad que hay en el mundo y de la individualidad y curiosidad.

Sabemos que vamos encontrarnos con momentos difíciles cuando, por ejemplo, otros nenes hablen de lo qué les regaló Papá Noel y él les cuente que los regalos se los hacemos nosotros. Lo delicado de esta cuestión es que él a su corta edad no tiene por qué hacerse cargo de sostener las fantasías (sinónimo de engaño) que otros adultos deciden para sus hijos, pero al mismo tiempo no tiene el ¿derecho? de arruinarles el chiste si es lo que otros papás eligen decirles a sus niños. Me parece demasiada responsabilidad para un nene de 3 años, pero también me parece espantoso e innecesario engañarlo de esa forma. El entusiasmo, la magia y las fantasías se las puedo dar igual con millones de libros y películas, sin necesidad de que se sienta traicionado y sin insultar su inteligencia.

No me preocupa la clase de persona que va a ser mi hijo, o mejor dicho, claro que me preocupa y por eso justamente, después de mucho análisis e investigación al respecto, (porque en esta casa además de las leyes de la termodinámica, valoramos el razonamiento y la evidencia científica), pensamos que esta es la mejor forma que tenemos a nuestro alcance. Es increíble esta aventura de volver a jugar y volver a descubrir el mundo junto con Mordelón. Conforme pasa el tiempo, nuestro marcianito nos muestra que es una personita dulce, empática, solidaria y considerada (como su papá), y que quizás una crianza libre de doctrinas y religión no sea el camino más errado.

Also:

  • Papá Noel es un personaje muy turbio. En retrospectiva, es un viejo prejuicioso que trabaja una vez  al año y que te deja regalos solo si te portás «bien» de acuerdo a sus estándares. O sea, es una herramienta extorsiva. Encima era medio flojito de moral porque mi vecinita, que me robaba las muñecas y le ahogó el hámster al hermano, recibía bicicletas y Barbies. Y a mí, que no cometía asesinatos ni hurtos, me traía bombachas rosa.
  • Otras cosas que decidimos no inculcarle son: el nacionalismo, los horóscopos, supersticiones, el fanatismo en los deportes o la política y esa idea de que si deseás algo con todas tus fuerzas, el universo (que es el ente más indiferente del mismo) te lo concede. That’s just plain silly.

 

Tethered

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Una de las realidades que más me impactó de ser mamá me cayó un día mirando capítulos viejos de Friends. Carol, Susan y Ross estaban en una clase de pre-parto y Carol estaba con un entendible ataque de «todo muy lindo, pero yo ni a palos hago eso» después de haber visto el video de un parto real. Susan la calma diciéndole que se concentrara in the big picture, que el parto era solo un día y que después iba a ser mamá para siempre. Esta de verdad es una de las cosas para las que menos estaba preparada, y sé que parece una obviedad. Posiblemente sea porque ser mamá no fue algo que busqué activamente en ese momento. Por el contrario, hice todo lo posible para que esta fuera una decisión informada y consciente. Quería tiempo para prepararme, pero la industria farmacéutica, la naturaleza y la falta de herramientas que tenemos las mujeres para decidir sobre nuestro cuerpo, se interpusieron.

Hace algunas semanas conversaba con un nuevo amigo y me preguntaba si ser padre / madre significaba perder protagonismo en tu propia vida, y si eso es bueno o malo. No sé si se pierde protagonismo, pero sí se pierde bastante libertad. Y no libertad en el sentido de que ya no me puedo escapar a Bora Bora de un momento a otro, sino de que de ahora en más y por lo que espero sea el resto de mi vida, todo lo que haga directa o indirectamente va a ser en función de esta persona que traje al mundo. No creo que eso esté mal, si es algo que se elige a conciencia. Pero sí es algo que me asusta, o me da vértigo. Más allá de los errores que seguramente voy a cometer tratando de cuidarlo y de darle todas las herramientas, hay muchas cosas que están muy fuera de mi alcance y que no solo me preocupan por mi bebé, sino también por todos los niños del mundo. A veces me asusta ver que los adultos de hoy (incluyéndome) tengan a cargo la crianza de las nuevas generaciones. Hasta ahora eso no viene funcionando del todo bien, qué quieren que les diga.

Sin embargo, la humanidad ha prosperado así. Bueno, más o menos. Lo que quiero decir es que la humanidad ha sobrevivido a fuerza de gente que no tiene idea criando generaciones futuras (o peor, a fuerza de gente que está convencida de que tiene mucha idea y de que esa idea es la única postura válida) y acá estamos. Todavía no nos extinguimos y los psicoanalistas tienen bocha de trabajo.

myfavoritejoke
What do you mean, ‘if’?

Más allá de las décadas que voy a pasar sin dormir, de lo que el embarazo, la lactancia y el puerperio le hayan hecho a mi cuerpo, y de todos los momentos maravillosos y sorprendentes que voy a atravesar, hay algo que no va a cambiar nunca: siempre voy a estar preocupada por mi hijo. Siempre. Me pregunto de dónde viene esta preocupación que me llena de angustia y de cierta nostalgia ¿Será biológica? ¿Instintiva? ¿Es sólo producto de mi neurosis y esto en realidad no le pasa a todo el mundo? Es un desasosiego desconcertante.  Esta personita a quien amo hasta el cansancio va a estar siempre en mi cabeza nublando mi juicio, dándole forma a mi día y afectando todas mis decisiones. Absolutamente todas.

Yo no me sentía para nada preparada para traer a alguien más al mundo, claramente. Además de mantenerlo vivo (yo, que se me mueren hasta los cactus) tengo la responsabilidad de enseñarle a conducirse en el mundo, de enseñarle la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal, de ayudarlo a desarrollar todo su potencial sin que se haga daño. Él es mío, pero al mismo tiempo no.  Es una sensación muy vertiginosa, y lo noto más con el paso del tiempo, con lo rápido que dejó de ser un bebé a pesar de que los primeros meses parecían interminables, y con la repentina comprensión de mi propia mortalidad.

Supongo que con los años me iré ajustando mejor a mi nueva realidad de estar atada por un hilo invisible que me tira cada vez que me alejo un poquito. Y sé que lo máximo a lo que puedo aspirar es a disfrutar todo el tiempo que podamos compartir juntos, los tres, tratar de darle todas las herramientas a mi alcance y esperar que pueda aprovechar al máximo lo que la vida tiene para ofrecer para que sea feliz y contribuya a hacer del mundo un lugar mejor. Es una felicidad desesperantemente trepidante. Y no la cambiaría por nada.

(Cosas que no entraban en un solo paréntesis)

  • Me pasé los últimos 6 meses del embarazo mirando Friends desde la primera temporada y por eso ahora Orión cada vez que escucha la presentación, viene corriendo se queda tildado mirando con cara de «esto lo conozco, ¿pero de dónde…? Is that the song of my people?»
  • Ross y yo tuvimos la misma reacción después de las palabras de Susan.
  • El pasaje con la broma en inglés es del cuento «La historia de tu vida» («Story of Your Life«) de Ted Chiang. Que no puede más de genial.
  • Lo que más me emociona y reconforta de mi vida como adulta responsable y de toda esta felicidad es tener a Capitán Considerado en el mismo barco. Yo no sé cómo voy a resultar yo como mamá, pero de lo que sí estoy segura es que Orión tiene al mejor papá del mundo. ❤

Hello Again

Confieso que pienso muy seguido en él. En todas las cosas que quisiera contarle, que no me olvido de las cosas que le compartí, y que para mí es importante saber que sigue ahí, como ese amigo y cómplice que recuerdo con cariño. Así que decidí que es tiempo de volver y contarle cosas de nuevo a mi viejo y fiel blogcito.

I'm_back_baby!

Me está costando empezar estas primeras oraciones, supongo que porque perdí el hábito de sentarme a escribir. Espero que sea como andar en bicicleta, aunque hace más de 18 años que no me subo a una bicicleta de verdad, y si lo hiciera, probablemente terminaría desparramada en el suelo. Anyway, here we go.

Todavía me estoy acomodando en la adultez y en mi nuevo rol de mamá y de señora casada (yep, that happened). Es una situación rara porque definitivamente no me doy por aludida cuando me dicen señora. En mi cabeza sigo teniendo ventipoquitos, y probablemente así sea. El caso es que ya estoy en esa edad en la que la gente empieza a tener bebés apropósito, y en el que news feed de mi cuenta de Facebook está inundado de fotos de casamientos, compromisos y otras yerbas alike.

Hace unos días estuve releyendo las cosas que escribí acá, y para alguien que está obsesionada con viajar en el tiempo descubrí que si realmente pudiese volver atrás o viajar al futuro me la pasaría gritándome ¡¿QUÉ ESTÁS HACIENDO, TARADA?!. No es que necesariamente me arrepienta de todo lo que escribí públicamente, pero sí me doy cuenta que no soy exactamente la misma que era cuando escribía hace 6 o 7 años. Y supongo que eso me alegra un poco.

Tengo varias cosas nuevas para reflexionar. Estoy frecuentando nuevos entornos y me estoy permitiendo cosas que antes me daban un poquito de vértigo (the good kind). El monólogo interno no se apagó, solo estuvo ocupado con métodos de crianza, pañales y canciones para dormir. Now it’s back, así que lamento informarles (not really) que voy a estar apareciendo de nuevo por acá.

So…stay tuned. Or not, yo les aviso.

What else is new:

No me arrepiento de ninguna de las entradas de este blog porque, en parte, hicieron que Capitán Considerado quisiera casarse conmigo. Aparentemente le gusta lo que escribí y lo que escribo. Ni yo lo puedo creer.

Hablando de métodos de crianza, paso a contarles acerca del mejor blog de crianza del mundo, para que pasen, vean, comenten y se informen: https://criandolibres.wordpress.com/

Y hablando de canciones para dormir, esta por lo general hace magia:

Carrie Bradshaw del surrealismo

 

And that I probably shouldn’t have watched Sex & The City so much.

En alguna parte leí un mito que dice que cada siete años somos básicamente una persona distinta porque ese es el tiempo que le toma a todas las células de nuestro cuerpo regenerarse. Informándome al respecto, porque internet existe, resulta que no es tan así. Pero sí me enteré que el cerebro está constantemente formando conexiones nuevas y destruyendo conexiones viejas, y en alguna medida son esas conexiones las que hacen que nosotros seamos nosotros. Así que it’s safe to say que cambiamos quienes somos muy seguido, mayormente sin darnos cuenta, y con frecuencia hasta que no nos reconocemos.

Hoy me sorprendí haciendo zapping a las 3:14 de la mañana, mientras aprovechaba el silencio en casa y me tomaba un break de una traducción de geomecánica. Me colgué mirando la película de Sex & The City y horrorizada me di cuenta de que me sabía muchos diálogos de memoria. Claro que pensándolo bien, además de conocerme la película de memoria, probablemente también me sé de memoria toda la serie. Y con un poco de alivio llegué a la conclusión de que salvo por algunas amistades entrañables, algunos muebles y mi talento para preparar chocotortas, ya no soy la misma chica que miraba Sex & The City hace unos 8 años atrás. Sí, ocho.

Todos hicimos cosas de las que nos avergonzamos cuando éramos chicos…o jóvenes, o cuando no éramos quienes somos ahora. A mí me avergüenzan mis años minitah crédula, because I knew better y sobre todo porque siento que todo eso me consumió mucho tiempo, nubló mi juicio, y definitivamente no me hizo mejor persona en ningún aspecto. Pero tenía 22 años y ni la más pálida idea de cómo manejarme en el mundo, porque no hay manuales para ser adultos responsables, auténticos e independientes….y mucho menos manuales para ser mujeres adultas, auténticas e independientes. Carrie Bradshaw me compró con su glamour, su monólogo pseudo-feminista* y algunos personajes pintorescamente maravillosos que la amaban. Yo no aspiraba a ser Carrie Bradshaw, pero disfrutaba de la fantasía. Durante mis veinti-algos mi cerebro le bajó la espuma a su chocolate y pasó por alto un montón de cosas que hoy me parecen imperdonables de Carrie, sus amigas y su doble discurso de la definición de mujer.

Me alegra saber que ya no soy esa muchacha de 22 años inspirada por una mujer caprichosa de 40 y que puedo aprender de mis ¿errores? ¿tropiezos? sin sentir que me tengo que aferrar a una identidad de por vida sólo para satisfacer ese precepto ridículo de que hay que ser constantes en nuestras opiniones y valores. A los 22 años mis opiniones y valores eran muy pocos y no valían ni la mitad de lo que yo creía. Así también aprendí a no tomar mis opiniones y mi visión del mundo tan en serio, porque es evidente que siempre me falta algo.

Mi nueva fantasía es viajar en el tiempo (bueno, esa siempre fue una fantasía recurrente) y conversar con mi yo de hace 8 años y mostrarle otras cosas, sentarla a mirar Doctor Who y Twin Peaks y contarle que de grande va a recuperar lo que de chiquita la inspiraba a fantasear con viajar en el tiempo, la ciencia ficción y la historia. Le contaría que los dramas de Carrie se los busca ella sola porque es una boluda importante y que probablemente a ella le esté pasando algo parecido con otro(s) Mr. Big; que mejor se deje de pavadas, se ponga a hacer ejercicio, comer mejor y disfrutar esos valiosos años de juventud en cosas que la enriquezcan. Ah, y que no espere tanto para volver al violín y animarse al ukelele.